Un paseo por mis sentires - Ana Lechuga

Un paseo por mis sentires

Por Ana Lechuga

  • Fecha de lanzamiento: 2019-08-07
  • Género: Poesía

Descripción

He de confesar que cuando me fue propuesta esta tarea mi primer pensamiento fue que cargaba con demasiada responsabilidad. Ya saben, ese miedo a decepcionar, a no ser lo suficientemente bueno, a que no guste. Me temo que, por mucho que nos empeñemos en negarlo, se encuentra dentro de todos nosotros. Debemos admitirlo, a todos nos gusta gustar. Conforme fui pensando en ponerme a es- cribir, después de más tiempo del que debería sin pararme a hacerlo, me agradaba la idea de que unas líneas escritas desde el corazón queden plasmadas en estas páginas.
¿Qué entiende usted, querido lector, por algo escrito desde el corazón? Desde mi humilde punto de vista, podría englobar a cualquier escrito en el cual pierdes la consciencia de estar pensando lo que vas a escribir a continuación porque las palabras empiezan a fluir en cascada. Directas, desde el corazón hasta la hoja.
¿Qué podría pararme a contar para que conozcáis un poco mejor a la autora? ¿Su vida? Esa tarea puede hacerlo cualquiera que la conozca y estoy convencido que un café con ella para conocerla les aportaría muchísima más información. Me gustaría compartir ciertas vivencias que solo yo como primer nieto puedo contar. Antes veo importante destacar que contó con, en aquella época privilegio, la oportunidad de encontrarse entre las mujeres que pudieron ir a la universidad. Tras acabar sus estudios ejercería dando clases de lengua. No solo ha estado enseñando sobre escritores, gramática y análisis sintáctico durante casi cuarenta años, sino que también hizo un gran esfuerzo educando en valores. Si algo ha tenido claro es que de la escuela no debe salirse teniendo solamente conocimientos sobre lengua o matemáticas, si no conociendo una serie de valores esenciales para ser un buen ciudadano. Por ello, la mayoría de su vida ha servido de guía y faro a muchos chavales en las aulas. Me sorprende gratamente cuando descubro casos de antiguos alumnos e incluso padres que a día de hoy le siguen agradeciendo la labor que hizo. Un buen profesor inspira y hasta puede marcar un antes y un después en tu vida. Por mi parte, no puedo sentir más que orgullo cuando alguien de Los Palacios descubre que soy su nieto (ya saben, el ¿y tú de quién eres? sigue muy arraigado en los pueblos) y la recuerda llenándola de buenas palabras y agradeciendo el trato recibido cuando les dio clase. Para mí, ha sido siempre un pilar fundamental en mi vida y la principal culpable de despertar en mí desde muy temprano una inquietud creativa todavía hoy en desarrollo. La primera anécdota que creo que, a mi juicio, debo destacar data de cuando aprendí a andar autónomamente. Por aquel entonces apenas mediaba palabra pero en cambio había otro lenguaje que prefería practicar: el del baile. Pasaba muchísimo tiempo con ella, por lo que se convirtió en mi compañera de baile por excelencia. Según fuentes familiares, incluso por momentos, llegamos a robar el protagonismo a los novios en alguna que otra boda.
Debido a la cantidad de tiempo que compartimos se veía irremediablemente abocada a tirar de recursos creativos para entretenerme en una época en la que aún no existía el tan socorrido móvil que hace las veces de apaganiños. En la insaciable curiosidad de alguien que está, literalmente, empezando a descubrir el mundo le pedía que constantemente me contase historias. Por supuesto, antes de la primera semana y tras mi incansable insistencia, el repertorio de historias aptas para niños menores de cinco años quedó bajo mínimos.
¿Sería esto un impedimento para dejar de contar historias? Pues como marca el cliché de abuela no pudo negarle ningún capricho a su nieto así que recurriría a añadir todo tipo de fantasía a anécdotas mucho más mundanas. De este modo consiguió transmitir y plantar la semilla de la imaginación desde bien temprano. Desde muy pequeño he veraneado con ella, concretamente en el lugar donde según le he oído decir consigue la desconexión y es verdaderamente feliz: en Ayamonte. En sus playas quedé asombrado por vez primera tras ver el océano y enamorarme de su vasta inmensidad y de la sensación de libertad que transmite. Recuerdo tantos momentos felices de playa y de construcciones de verdaderas fortalezas medievales a prueba del oleaje más inmisericorde, o eso quería creer. Recuerdo vivamente cómo me acompañaba por toda la playa a explorar y a recolectar conchas.
Al volver a la casa poníamos a funcionar a nuestro lado más artísticoal usar estas conchas para pintarlas según nos llegaba la inspiración. De este modo otra semilla, en este caso artística, era plantada en un pequeño ser para ir creciendo a lo largo de toda su vida. Ha sabido arreglárselas para ser capaz de compaginar la crianza de cinco criaturas, con toda la tarea que lleva aparejada, y su trabajo profesional. Para ello, muchas veces ha tenido que renunciar a cosas que le gustaría haber podido hacer ya que no disponía de tiempo para desarrollarse en otros campos. No obstante, eso no impidió que más tarde, cuando las circunstancias le permitieron disponer de ese tiempo extra, se aventurase con la poesía y con la pintura. Para ilustrar cómo es la admiración que siento por esta última afición confesaré que tengo mi casa llena de cuadros suyos, los cuales amigos míos han visto y han reparado en su belleza, quedando impresionados al descubrir su autoría. Respecto a mi admiración por la primera afición, la enorme responsabilidad que siento al formar parte activa y el cariño con el que lo hago puede atesorarlo.
Poesía y pintura, dos disciplinas de las hoy tan triste y profundamente denostadas humanidades, en la que la mayoría de nosotros hemos fantaseado con hacer nuestros pinitos sin llegar a dar el paso. Hace un instante hice referencia a semillas cultivadas con éxito durante mi tierna infancia. Ahora quiero hablarles del pensamiento que ha hecho florecer en el momento presente. Para mí mi abuela se ha convertido en un ejemplo de vida. El mensaje que extraigo y me gustaría lanzar es el de que las excusas que nosotros mismos nos ponemos cuando usamos argumentos como: “para mí es ya demasiado tarde” son papeles ya no mojados, ya disueltos en el agua. Verdaderamente nunca es tarde si existe verdadera voluntad de hacer algo. La mayoría de las veces nos convertimos en nuestras propias jaulas y debe se una obligación moral de cualquier persona que ame la libertad hacerse con las herramientas necesarias para romper los barrotes y volar. Volar como el ave cuyo único límite conocido es hasta dónde son sus alas capaces de llevarle.
¿Qué puede esperar en estas hojas? Momentos. Momentos en el que su única compañía va a consistir en unos buenos versos en los que poder sumergirse. Momentos de desconexión y de paz, en contraposición a la prisa e inmediatez que exige la sociedad de hoy día. No deja de ser curioso como, cada día más, algo tan simple como pararse a leer, parece un acto de lo más revolucionario. Felicidades, si está leyendo esto significa que germina en usted el espíritu de un auténtico antisistema. Póngase cómodo, relájese, tómese el tiempo que necesite y disfrute siempre de y con la lectura.
Juan Ogayar Navarro